Todo lo que hacemos, no importa dónde estemos o con quién estemos, refleja aspectos de nuestra personalidad. Cada interacción provee una oportunidad para la auto-consciencia y la madurez.
La auto-consciencia y la madurez no son dadas, son resultado de prestar atención a lo que hacemos con la intención de hacer “lo correcto” tan a menudo como podamos; así como ser conscientes y persistentes en nuestra determinación de trascender nuestros patrones de comportamiento dolorosos.
El camino para trascender comienza con la contemplación de realidades específicas acerca de nosotros mismos y nuestra relación con otros. Encontrar la verdadera causa del sufrimiento se volverá de alguna forma más fácil si entendemos lo siguiente:
1. “El crecimiento personal” es el resultado de la consciencia. En este contexto, el crecimiento se refiere a la consciencia (atención) en expansión de cómo y por qué nuestra personalidad opera como lo hace. Entre más extensa sea nuestra consciencia (atención) más fácil será manejar nuestro comportamiento de acuerdo a nuestra voluntad e intenciones. Nuestro comportamiento, por lo tanto, se vuelve menos impulsivo y compulsivo. Lo inverso también es verdad, entre menos atención tengamos acerca de las verdaderas causas de nuestro comportamiento es más probable que actuemos en formas que provoquen y mantengan relaciones disfuncionales con otros.
2. Nuestra personalidad está presente en cada interacción que tenemos con otros. Todo lo que hacemos, todo lo que decimos, es un reflejo de quiénes somos; no de la situación en que estamos o de las otras personas. Muy a menudo creemos que nuestro comportamiento es una consecuencia de algún factor externo y por consiguiente no es nuestra responsabilidad; con ello protegemos nuestra auto-estima pensando que lo que hacemos no es nuestra culpa. Para poder desarrollar la auto-consciencia y lograr un cambio duradero en nuestro comportamiento debemos entender que a pesar de las aparentes provocaciones, nuestras reacciones son reflejos de quiénes somos en ese momento.
3. El conflicto con los demás siempre evidenciará aspectos de nuestra personalidad si estamos en sintonía para percibirlos. La mayoría de los conflictos (si no es que todos) se derivan de dos causas principales: queremos algo que no tenemos o tenemos algo que no queremos. Pongamos atención a esta simple regla: No podemos hablar de nuestros conflictos, a pesar de dónde ocurran, sin pensar en ‘quiero’ o ‘no quiero’. El “querer” y “no querer” emergen desde las dinámicas más profundas de nuestra personalidad y las complejidades de nuestra historia psicológica. Al descubrir estas dinámicas y complejidades obtenemos la auto-consciencia.
4. El comportamiento raramente es auténtico. La autenticidad existe cuando hay una congruencia entre sentimientos, pensamientos y comportamiento. La mayoría de las veces escondemos nuestros sentimientos y pensamientos debido al miedo a la crítica, a alguna forma de castigo o a parecer débil, vulnerable o incompetente y; consecuentemente, adaptamos nuestro comportamiento para hacernos sentir más seguros. En el proceso de protegernos perdemos autenticidad.
5. Siempre hay al menos una respuesta simple a una situación conflictiva a pesar de la naturaleza del conflicto. Aceptar que dicha solución si existe. Esta respuesta simple debería conducirnos hacia la aceptación de la situación con la consciencia plena. Desafortunadamente hay una enorme variedad de formas de encarar el conflicto que efectivamente harán nuestra vida incluso más insoportable. Encontrar esa respuesta simple es el precio de hacer nuestro trabajo psicológico. Es poco probable que esta respuesta pueda ser encontrada conscientemente y, por lo tanto, consistentemente, si evitamos que el trabajo de la consciencia (atención).
6. Todo es personal. Una de las causas mayores del estrés psicológico es ir por nuestra vida desconectados de la riqueza y profundidad de nuestra personalidad. Esta desconexión ocurre cuando interactuamos con otros desde patrones de comportamientos rígidos y limitados. Por una variedad de razones, esta fragmentación es más común dentro de nuestro rol profesional. Asumimos una manera específica de actuar porque creemos que nuestro comportamiento profesional debería estar mayormente desapegado de quienes somos como individuos. En el trabajo, después de una interacción particularmente conflictiva, muchos profesionistas tienden a decir “No es nada personal”. Tenemos el desafortunado hábito de despersonalizar nuestras relaciones profesionales y consecuentemente podemos volvernos agresivos, insensibles, provocativos o hirientes sin tener que tomar responsabilidad de lo que hacemos. Nos lastimamos y lastimamos a los demás sin darnos cuenta de que a pesar de la frialdad aparente de nuestro comportamiento para negocios nuestras relaciones siempre son personales.
7. La madurez no es un fenómeno de todo o nada. La madurez e inmadurez psicológicas yacen en un continuo proceso. Podemos actuar maduramente en una situación y bastante inmaduramente en otra. Podemos ser pacientes y compasivos con una persona y después impacientes e insensibles con otra. En una situación podemos estar abiertos a la crítica y con voluntad de mejorar en nuestro comportamiento, mientras que en otra, podemos estar cerrados y defensivos. Es un enorme reto mantener nuestra madurez psicológica a pesar de con quien estemos, el problema que estemos confrontando o las circunstancias en las que nos encontremos. Si estamos abiertos y somos honestos con nosotros mismos, encontraremos huecos de inmadurez en cada conflicto que tengamos. Si respondemos maduramente a nuestros conflictos, suficientemente curiosos, seremos capaz de develar cómo y dónde todavía somos inmaduros.
8. Nuestro ego es la causa primaria de nuestra confusión familiar, personal y profesional. El ego es esa parte de nosotros que piensa, planea, recuerda, anticipa, compara, se conmisera y nos empuja a gratificar nuestras necesidades, carencias, deseos e impulsos. El “yo” es el lenguaje del ego (como en “yo quiero”, “yo soy”, “yo no soy’”. El ego no es ni amigo ni enemigo, no está con nosotros o en contra nuestra. Es parte de nuestro ser y puede guiarnos hacia una realización más profunda en nuestras esferas personal, profesional, familiar y social o arrastrarnos hacia la miseria del conflicto. El ego opera a lo largo de un continuo proceso desde lo denso hasta lo ligero. Un ego denso es uno que está altamente defendido. Los egos densos están llenos de miedo, desconfianza, dolor emocional y soledad. Aligeramos nuestro ego sintiendo y actuando con base en nuestra gratitud, apreciación, aceptación, y entendimiento. Entre más denso el ego más sufriremos (y haremos sufrir a los que están a nuestro alrededor). Entre más ligero el ego, más fácil será encontrar alegría en nuestras vidas.
9. Todos estamos sujetos al devenir del flujo del ego. El ego se mueve de la oscuridad a la luz como consecuencia de las circunstancias, nuestro estado mental, los problemas a los que nos enfrentamos, nuestro estado físico, nuestra historia psicológica y nuestro nivel de consciencia en cualquier momento dado. La caída en las partes más oscuras de nuestro ego es inevitable la mayoría de las veces. A pesar de esto, debemos estar conscientes de que el problema es la oscuridad que está dentro de nosotros en lugar de las provocaciones percibidas desde fuera. El ego se oscurece cuando creemos que nuestros asuntos personales son más fuertes que las necesidades de otros. La preocupación por el bien más grande, lo cual aligeraría el ego, se pierde en una búsqueda auto-centrada de poder personal y control territorial.
10. Las relaciones saludables se forman conscientemente no solamente suceden. Las relaciones son maduras y sinérgicas porque los individuos están determinados a alcanzar eso. Si somos amables, honestos, cooperativos, empáticos, dedicados, leales, comprometidos y brindamos apoyo a las personas, entonces tendremos relaciones amables, honestas, cooperativas, empáticas, dedicadas, leales, comprometidas y de apoyo mutuo.
11. Paciencia, perseverancia, honestidad, y generosidad, son los fundamentos de la madurez psicológica y la ligereza del ego. Entre más practiquemos dichas habilidades más se volverán parte de quienes somos.
12. Los eventos de nuestra vida son neutros…ni positivos ni negativos, ni buenos ni malos. Es lo que es. Los problemas que tenemos en nuestra vida son la consecuencia de cómo reaccionamos a lo que ocurre. Nuestros problemas típicamente resultan de nuestra resistencia energética a lo que ‘debería’ y ‘no debería’ estar sucediendo.